El tercer objetivo era mantener la región en un estado de tensión para evitar la reactivación de organismos como la CELAC, complementando así las acciones de las nuevas derechas latinoamericanas.

El asalto también tenía como propósito intimidar a la oposición, especialmente al movimiento Revolución Ciudadana, con el fin de aplastar al correísmo y eliminarlo como fuerza política.

Lo más impactante es la complicidad del gobierno ecuatoriano, que habría contado con el consentimiento de la Embajada de Estados Unidos, el Departamento de Estado y la CIA. Incluso se habría compartido información de inteligencia para la ejecución del operativo.

Estas revelaciones ponen en entredicho la política exterior ecuatoriana y plantean serias interrogantes sobre la relación de subordinación del gobierno de Noboa a Estados Unidos.

Las implicaciones internacionales también son significativas, con posibles cuestionamientos en el Consejo de Seguridad de la ONU y la pérdida de prestigio para Ecuador, justo cuando se prepara para ser anfitrión de la próxima Cumbre Iberoamericana.

En medio de este escándalo, surge la sospecha de que tanto Estados Unidos como el gobierno de Noboa están decididos a evitar a toda costa la victoria del Partido Revolución Ciudadana en las elecciones presidenciales del próximo año.

Estas revelaciones han desencadenado una crisis diplomática de proporciones aún incalculables y han puesto en tela de juicio la integridad de las relaciones internacionales en la región.