Múnich 72 o el intento de exorcizar los Juegos de los nazis
Los Juegos Olímpicos de Múnich, cuya inauguración cumplirá cincuenta años, se concibieron como un intento de exorcizar la imagen demoníaca que habían dejado los Juegos de Berlín en 1936, en plena era nazi, y como una oportunidad para mostrar una nueva Alemania, abierta, liberal y democrática.
Al final, sobre ese sueño quedó una sombra que fue el atentado del 5 de septiembre, que terminó con la muerte de once miembros del equipo israelí a manos de terroristas palestinos.
La sombra pesa sobre el recuerdo de los Juegos que, sin embargo, también fueron otra cosa. Uno de sus símbolos más visibles es el Estadio Olímpico, con el techo de la tribuna, que da una increíble sensación de liviandad, algo que querían transmitir los Juegos.
Los atentados marcaron la imagen de lo que hasta ese momento se habían concebido como unos Juegos alegres, libres, abiertos y liberales.
Las cosas marcharon hasta el 5 de septiembre, según lo que se había imaginado el arquitecto de los juegos, Willi Daume. En la ceremonia inaugural, la vallista Heidi Schüller se convirtió en la primera mujer en pronunciar el juramento olímpico.
En lo deportivo, fueron los juegos del nadador estadounidense Mark Spitz, con siete medallas de oro, cada una de ellas con un récord del mundo. Ulrike Meyfahrt, a los 16 años, ganó, sorpresivamente, el oro en salto de altura.
El clavadista italiano Klaus Dibiasi, que había ganado plata en Tokio 64 y oro en México 68, repitió su triunfo en Múnich lo que, como ha recordado en declaraciones a la página web de la ciudad bávara, fue algo especial, pues su padre se había convertido en entrenador del equipo italiano.
“Él era un buen clavadista y había sido décimo en Berlín 36”, recordó Dibiasi.
Después la Segunda Guerra Mundial lo había dejado sin posibilidad de luchar por una medalla, lo que quería compensar en Múnich, ganando una como entrenador de su hijo.
“Después de nuestra competición, oímos la noticia del atentado en el coche. No podíamos creerlo. Hasta ese momento habían sido unos juegos alegres y abiertos. Para llevar a un amigo a la villa olímpica bastaba darle una chaqueta nuestra y entraba. En los juegos posteriores todo ha sido mucho más cerrado”, relató.
Ahora, cincuenta años después, tras años de discusiones acerca de que los Juegos Olímpicos suelen dejar ruinas olímpicas que luego no usa nadie, el parque olímpico de Múnich sigue ahí, lo mismo que el estadio, y continúa siendo una de las atracciones de la ciudad.
El estadio ya dejó de ser el campo habitual del Bayern Múnich, desde la construcción de la Allianz Arena, pero lo fue durante mucho tiempo y fue escenario y testigo del proceso de ascenso del club para convertirse en el más grande de Alemania y en uno de los más grandes de Europa. El estadio, además, acaba de ser sede de los Campeonatos Europeos de Atletismo.
Cuando se empezó a fraguar la candidatura Willy Daume como presidente del Comité Olímpico Alemán, le dijo al alcalde de Múnich Hans Joachim Vogel que quería llevar los juegos a Alemania y que la única ciudad adecuada era la capital bávara.
A la objeción de Vogel de que Múnich no tenía infraestructura deportiva adecuada, Daume le respondió que el COI prefería los estadios nuevos a los viejos.
Las inversiones, parte de las cuales necesitaba Múnich desde hace años, marcaron la imagen de la ciudad durante décadas. La construcción del parque olímpico permitieron que se disputasen unos Juegos Olímpicos de distancias cortas.
En el centro se realizaron una serie de remodelaciones para recibir a los visitantes que también fueron importantes.
Múnich 72 sería el recuerdo de un éxito, de no ser por la dolorosa sombra del 5 de septiembre que pesó sobre los días que quedaban para concluir los juegos y sigue pesando en su memoria.
“Los juegos deben seguir”, dijo el presidente del COI, Avery Brundage, tras los atentados. Luego, en la ceremonia de clausura diría, en alemán, dijo: “Queridos muniqueses, vuestra hospitalidad nos ha conmovido. Hemos celebrado juntos los días de alegría radiante y juntos hemos soportado las horas de profunda oscuridad”.
Spitz, Korbut, Belov... diez gestas de Munich ’72 que aún brillan tras cincuenta años
En una cita marcada por el atentado palestino del 5 de septiembre contra la delegación israelí participante en los Juegos, hubo sin embargo resultados deportivos sobresalientes que convirtieron en única la edición de 1972.
Participaron 7134 atletas (6075 hombres y 1059 mujeres) de 121 países y en el medallero final se impuso la Unión Soviética, con 99 medallas, 50 de ellas de oro, por delante de Estados Unidos con 93, 33 de oro, y de la República Democrática Alemana con 66, 20 de oro.
Estos son diez resultados inolvidables de los Juegos de Múnich ’72:
Siete oros y siete récords mundiales para Mark Spitz
En un periodo de ocho días, el nadador estadounidense Mark Spitz ganó en Múnich siete medallas de oro y estableció un récord del mundo en cada una de las siete pruebas: 100, 200, 4×100 y 4×200 libre, 100 y 200 mariposa y 4x100 estilos.
Durante 36 años, fue el deportista con más oros en una única edición de los Juegos. Otro nadador, su compatriota Michael Phelps, le arrebató la marca con sus ocho victorias en Pekín 2008.
Tras ganar los 200 libre, su tercera medalla en Múnich, Spitz se presentó en el podio con unas zapatillas Adidas en la mano, para que se vieran bien, todo un desafío a las normas del amateurismo que gobernaban entonces los Juegos. Alegó que no le había dado tiempo a calzarlas. La URSS presentó una reclamación, que no prosperó.
Olga Korbut, la estrella que cambió la gimnasia
La gimnasia artística femenina tiene un antes y un después de la soviética Olga Korbut, ganadora en Múnich ’72 de cuatro medallas y autora de nuevas dificultades, que aún actualmente son referente para la élite de este deporte. El código de puntuación está plagado de elementos que llevan su nombre.
Ganó el oro por equipos, con una actuación tan sobresaliente que se daba por segura su victoria también en el concurso completo individual. Pero sus errores en las barras asimétricas dieron el título a una compañera de equipo, Ludmilla Tourischeva. Korbut compensó esta decepción en las finales por aparatos: oro en suelo y barra de equilibrio y plata en asimétricas.
Veintisiete años después de triunfar en Múnich, confesó que en esa etapa había sufrido abusos y violación por parte de su entrenador, Renald Knysh.
El final más polémico acabó con la canasta histórica de Belov
Cincuenta años después, Estados Unidos aún no reconoce la derrota ante la Unión Soviética en la final olímpica de baloncesto. Los protagonistas siguen enfrentados por la última jugada, que tuvo que ser repetida tres veces.
Tras un partido dominado por la URSS, Doug Collins anotó dos tiros libres que pusieron por primera vez por delante a EEUU (50-49). El árbitro olvidó señalar un tiempo muerto pedido por el seleccionador soviético, Vladímir Kondrashin, por lo que se repitió la jugada. Según los norteamericanos, ese tiempo no fue solicitado en plazo.
En la segunda repetición los jueces de mesa no advirtieron que el reloj marcaba erróneamente 53 segundos, por lo que hubo que volver a sacar de fondo.
Finalmente, en la última repetición, cuando los estadounidenses ya cantaban victoria, el base Ivan Yedeshko dio un increíble pase de casi 30 metros a Alexandr Belov, que se elevó sobre dos defensores y anotó. El 50-51 fue definitivo.
El equipo de Estados Unidos, que llegaba a la final sin haber perdido ninguno de los 62 partidos, que había disputado en su historia olímpica, renunció a la medalla de plata.
Shane Gould, multimedallista a los 15 años
Entre los grandes nombres de la historia de la natación australiana, el de Shane Gould ocupa un lugar prominente, gracias a su exhibición en los Juegos de Múnich, a los que acudió con solo 15 años.
Ya llegó como una estrella: desde diciembre de 1971 tenía en su poder todos los récords de estilo libre, desde los 100 hasta los 1500 metros, así como el de 200 metros estilos. Nadie ha vuelto a dominar de esa manera la tabla de plusmarcas.
En la piscina de Múnich ganó tres medallas de oro, en 200 y 400 libre, y en 200 metros estilos, mejorando sus récords universales, además de una plata en 800 libre y un bronce en el hectómetro.
Se retiró a los 16 años, víctima de la presión. Décadas después volvió a competir en categoría másters y se cansó igualmente de batir récords.
Valeri Borzov, doblete en 100 y 200
Como en baloncesto, también en las pruebas de velocidad en el Estadio Olímpico los corredores estadounidenses se vieron sorprendidos por un atleta soviético, el ucraniano Valeri Borzov.
En los 100 metros le acompañó la suerte, porque los norteamericanos Eddie Hart y Reggie Robinson se equivocaron de hora y no se presentaron a la ronda de cuartos. En la final, Borzov se impuso con marca de 10,14 al estadounidense Robert Taylor, plata con 10,24.
Los 200 metros le resultaron más fáciles: hizo el mejor registro de su vida, 20, y superó en el reparto del podio al norteamericano Larry Black, 20,19, y al italiano Pietro Mennea, 20,30.
“Me recuerda a mí”, dijo el mítico Jesse Owens, cuando le preguntaron por Borzov.
Lasse Virén, primera parte de su doble apuesta
El fondista finlandés ganó los 5 mil y 10 mil metros, tanto en los Juegos de 1972 como en los de 1976, una hazaña sin precedentes y que no fue repetida hasta que el británico Mo Farah hizo lo mismo en 2012 y 2016.
Sus pobres resultados en otras competiciones, su carácter hermético y las prácticas admitidas por otros atletas de su país extendieron sobre él la sombra del dopaje sanguíneo, que nunca pudo probarse.
Ian Millar, el principio de un récord
El jinete canadiense Ian Millar tiene el récord de participaciones en los Juegos Olímpicos, con su aparición en diez ediciones. La primera de ellas fue la de Múnich. Con él en el equipo, Canadá ocupó la sexta plaza en saltos.
Entre 1972 y 2012 solo se perdió los Juegos de Moscú’ 80, boicoteados por su país.
La única medalla de Millar en sus diez Juegos la ganó en Pekín 2008, plata en salto por equipos.
Liselott Linsenhoff, primer oro para una amazona
La alemana federal Liselott Linsenhoff fue, en la prueba de doma, la primera mujer en ganar un oro individual en una competición mixta.
En México ’68 ya había logrado la victoria, aunque por equipos.
Teófilo Stevenson, el nacimiento de un mito
El mejor púgil de la historia del boxeo aficionado, el cubano Teófilo Stevenson, ganó en la ciudad bávara la primera de sus tres medallas olímpicas en el peso pesado.
El año anterior había logrado un bronce en los Juegos Panamericanos de Cali, detenido en su camino hacia el oro por el estadounidense Duane Bobick. Ambos volvieron a cruzar los guantes en el ring olímpico, en los cuartos de final, y la historia fue muy distinta: a mitad del tercer asalto hubo que parar el combate ante la paliza monumental que estaba recibiendo Bobick.
Stevenson ganó en semifinales al alemán occidental Peter Hussing y no tuvo necesidad de disputar la final, ante la baja del rumano Ion Alexe por una rotura en un pulgar.
Lato: la medalla de oro precedió a la bota de oro
Grzegorz Lato se proclamó campeón olímpico de fútbol con Polonia en los Juegos de Múnich, dos años antes de ganar, también en Alemania, la Bota de Oro como máximo goleador del Mundial de 1974.
Polonia ganó la final por 2-1 a Hungría, bajo una lluvia torrencial y con fuertes rachas de viento que en la segunda parte favorecieron el ataque de los polacos. Dos goles de Kazimierz Deyna dieron la vuelta al partido y evitaron el tercer oro seguido de los húngaros.