“Bravo contra el pueblo, cobarde contra el narco”: el mensaje que expuso el descontento con Daniel Noboa

La mañana del viernes 17 de octubre, un lienzo colgado en un paso peatonal de la Avenida Velasco Ibarra, cerca de la entrada a La Vicentina, se convirtió en el símbolo del malestar creciente hacia el presidente Daniel Noboa. En letras grandes y visibles desde la vía, el mensaje decía: “Noboa: bravo contra el pueblo, cobarde contra el narco”.
El cartel, retirado horas después por las autoridades municipales, desató reacciones inmediatas en redes sociales y conversaciones en la calle, donde muchos ciudadanos interpretaron el gesto como una muestra de hartazgo social ante la gestión presidencial.
Aunque no se conoce la autoría del mensaje, su impacto político fue inmediato. La frase condensó una crítica directa al doble discurso del gobierno, que se muestra implacable con la protesta social y la oposición política, pero incapaz de dar respuestas firmes frente a la violencia narco y la corrupción institucional que golpean al Ecuador.
Desde que asumió el poder, Noboa ha buscado proyectar una imagen de autoridad y “mano dura”, respaldado por el estado de excepción y el despliegue militar en varias provincias. Sin embargo, detrás de esa fachada de control, la inseguridad sigue en aumento y los cárteles mantienen su dominio sobre barrios, cárceles y rutas estratégicas del país.
Mientras tanto, las decisiones económicas y sociales del Ejecutivo han afectado directamente a la población civil, con recortes presupuestarios, represión de movilizaciones y un discurso oficial que estigmatiza cualquier forma de disidencia como una amenaza al orden.
El lienzo en Quito no fue solo un acto de protesta anónima: fue una interpelación pública al poder. En apenas una frase, sintetizó la sensación de que el presidente enfrenta con dureza a los débiles y con silencio a los poderosos, priorizando el espectáculo político sobre la eficacia gubernamental.
Aunque el mensaje fue rápidamente eliminado, el episodio dejó al descubierto el creciente clima de desconfianza y desencanto con una administración que prometió renovación y seguridad, pero que hoy parece más preocupada por controlar la crítica que por combatir las causas reales del caos que atraviesa el país.
El lienzo ya no está, pero el mensaje permanece: la ciudadanía empieza a perder el miedo y a exigir coherencia a un gobierno que se dice fuerte, pero actúa con debilidad donde más importa.